Thursday, October 27, 2005

EN EL UMBRAL DE LA RECTA FINAL


Se han abierto de par en par las puertas de la decadencia y los seres humanos, como ciegos borregos, entran en ella extraviados y esclavizados; sin darse cuenta que ha sido por algunas ideas por las que se encuentra al borde de la auto-aniquilación: ¿A quién se le ocurriría esa idea nefasta de un Dios único? ¿Quien puede afirmar la idea de la existencia de una Verdad? ¿No será “regresión” la idea corriente que tenemos de “progreso”? ¿Quién se inventaría la idea del dinero, de la propiedad privada y la despreciable idea de la competencia? ¿Quién tuvo la abominable idea de separar el “yo” y la “cosa” provocando la cosificación de la persona? ¿Quién ideó la separación de la materia del espíritu enajenando su propia vida y volviéndola superficial? La civilización en la que estamos insertados ha impuesto estas ideas a punte de masacres, conquistas sangrientas, represión y la anulación de cualquier otra forma de pensamiento. Hoy en día, el común de los mortales civilizados no es más que el producto de esta atrocidad, su conciencia histórica es fracturada y su pensamiento moldeado desde niño, su conducta es de ante mano planificada para que se ajuste a la sociedad, se le ha educado de tal forma que no cuestiona la realidad impuesta, se le ha querido extirpar el sentido natural de la rebelión y ha aceptado así todas estas ideas como cualquier animal de servidumbre.

Vivimos un mundo en guerra en el que hablar de paz es puro eufemismo, mientras sean unas cuantas familias que ostenten todo el poder económico y político continuará esta guerra “eterna”; el sistema se mantiene firme gracias a la militarización y a la policía, gracias a su violencia brutal y sistemática, a la represión y a la tortura, gracias a la masificación y al lavado masivo de cerebros y espíritus, esa pantomima llamada democracia. Nuestros cuerpos están siendo degradados al nivel de convertirnos en carne usufructuada y desechable para el beneficio y beneplácito de aquellas mentes que idearon y conformaron lo que conocemos como sociedad y civilización. Nuestra dignidad pisoteada y violada para que unos cuantos seres humanos se mantengan en las altas esferas del poder, nuestra energía corporal y mental puestas al servicio del engranaje social para que nos exploten y esclavicen, nuestro sentido de libertad arruinado, nuestra esperanza desvanecida.

Aceptar una “verdad” es el peligro más grande para la mente humana, pues se identifica tanto con esta “verdad” que pierde el sentido de sí mismo y de su destino, dejando a un lado el “devenir” que es cambio, continuidad, transitoriedad (lo que fue “verdad” ayer no lo es hoy y lo que es “verdad” hoy no lo será mañana). Nadie tiene ni la “verdad” ni la “razón”, nadie puede explicar el omnisciente misterio de la existencia. Aquel que pretenda adueñarse de cualquier “verdad” es un aprovechador y farsante, sus intenciones son las de manipular y dominar al débil animal humano sediento de “verdades” que proporcionen un sentido a su insignificante vida: Dios, razón, progreso, comunidad, e inclusive “verdades” como libertad, igualdad, revolución, han sido vilmente usadas para engañar, borreguizar y aglutinar perdiendo así su verdadero significado. Ver el trasfondo de las cosas no quiere decir apoderarse de la “verdad”, es tan solo el instinto de liberación el que impulsa a reconocer qué es lo que esclaviza y enajena nuestras mentes y nuestros cuerpos, reconocer qué o quienes quieren hacer de la humanidad una masa informe y degradada y poder canalizar toda nuestra energía hacia la completa realización de todas nuestras posibilidades como seres IMPREDECIBLES.