Desde que las bestias fueron domesticadas por el hombre para reducirlas al servilismo, toda la especie se redujo a la categoría de bestia domable a servicio de un orden social instaurado por los domesticadores. Aquí empieza las primeras formas de territorialidad, tribalismo, jerarquías, poder, militarismo, nacionalismo y globalismo. Domesticando los instintos, la bestia domada a sí misma fue moldeando su psique para ordenar lo imposible de ordenar, nadie puede ordenar el caos de los instintos naturales, los domesticadores y domesticados están siendo enajenados para que pierdan la conciencia de su poder natural como seres creadores, que mucho tiene que ver con el poder político de dominación. Hacer perder a los seres humanos la conciencia de que cada cual es único e irrepetible es el objetivo del domesticador de hoy, la masificación bajo modelos de enajenación se fundamenta en el instinto de rebaño de las informes sociedades de masas. Las autoridades basan su orden jerárquico en la maldita enfermedad política de mandar y obedecer, el hombre-masa-rebaño infestado de miedo corporativo y violencia política se somete a la institucionalidad de un Estado que ordene, controle, monitoree, domestique al animal humano, un Estado-nación heredero de las antiguas formas de esclavización gubernamental como eran las monarquías y teocracias. ¿Pero si nadie obedeciera quien podría mandar? ¿Y si el mundo se diera cuenta que no hay otra autoridad que uno mismo? ¿Qué pasaría si la humanidad se diera cuenta que el orden jerárquico patriarcal piramidal puede hacerse trizas si nadie obedeciera?
El Estado-nación es un concepto impuesto por las jerarquías-realezas de siempre, quienes han estado domesticando a la especie humana desde hace milenios, para succionarle la energía y forjar una civilización imperial de enajenados y enfermos. Las jerarquías son impuestas con terror, miedo, masacres, tratando de ahogar toda rebeldía. En el estado natural humano, nadie está por encima de nadie, nadie es superior a nadie, ni por raza, clase, religión, ideología, ni nada de nada, cada uno de los monos humanos son pedazos de carne arrojados al infinito universo, sin propósito, sin finalidad, todos nacen, crecen y mueren de igual forma en los eternos ciclos de la vida. La estupidez de creerse especial y de “sangre azul” no es más que pura manipulación por imponer un orden social servil y utilitario. El Estado-nación y su consecuente militarización policial sirven y protegen a los jerarcas millonarios de “sangre azul” quienes mandan en la cima de una abominable sociedad enajenada de raíz. Toda forma de nacionalismo (incluyendo deportes de masificación como el fútbol) forma parte de una vil manipulación de ordenamiento social bajo modelos sistémicos clasistas, racistas, piramidales. El Estado-nación impone la obediencia como piedra angular de la borreguización social. El nacionalismo es pura domesticación, es la mejor herramienta de explotar el enfermo instinto de rebaño y de miedo que sufren las masas enajenadas y explotadas. En la civilización contemporánea, el Estado-nación y su servil ideología nacionalista, apoya a la minúscula cúpula de familias que ostentan casi todas las riquezas en el mundo, en cada país se encuentran complotando para acelerar el proceso de la “globalización”, explotación que alimenta a la corporación, donde el Estado-nación es solo una provincia más del Imperio Mundial cuyo gobierno de facto es la Organización de Naciones Unidas. La inmensa mayoría es esclavizada bajo el orden usurero nacional-global donde mandan los pocos que más dinero tienen. La violencia política, la represión, la opresión, el totalitarismo, el despotismo, la tortura, el asesinato en masa, son dispositivos de poder para mantener intacto a este orden de la inmundicia social, como las matanzas mercantiles de hoy en día que son la prueba fehaciente del nivel de tiranía que ha llegado este funesto modelo de vida. Las jerarquías son impuestas a las sociedades bajo ideologías ilusorias de superioridad, ordenamiento, autoritarismo, disciplina, domesticación; y al mismo tiempo, desde la disuasión política, tienen armas de destrucción masiva para defender a toda costa este modelo piramidal. Desde el uniforme militar hasta el canto del himno nacional, la domesticación masiva somete al cuerpo social hacia el servilismo y el utilitarismo. El Jefe de Estado y toda la pirámide estatal no son más que monigotes de las fuerzas del mercado global que financian y cuelgan del cuello a naciones enteras. El progreso nacionalista-global y su farsante democracia, el vil “desarrollo-progreso”, no son más que puras pantomimas, montajes del imperialismo para succionar las energías humanas y saquear las riquezas. Las masas borreguizadas son conducidas de la mano hacia su propia perdición y con su impuesto instinto de obediencia social son serviles al verdugo que los está aniquilando, explotando y esclavizando. A la bestia domesticada, con los instintos enfermos, enajenada y salida de sí misma, la perdición le absorbe hacia abismales formas de decadencia (tan común es hoy en día los asesinatos, la pedofilia, las violaciones, la corrupción, policías y ladrones asustando a la nación etc, consecuencias del abominable orden social instaurado). La bestia domesticada llamada humanidad ha perdido toda cordura en este pestilente modelo de vida. El nacionalismo es borreguización, es aniquilación de la persona única e irrepetible, es ceguera, ignorancia, instinto de rebaño, es colaborar con la más horrenda infamia. La civilización está siendo conducida por unos cuantos dementes hacia la hecatombe, moviendo la maquinaria infernal suicida hacia la total masificación gracias a la ideología nacionalista-global.
Los medios masivos de desinformación, junto al nacionalismo, es otra de las mejores herramientas de domesticación moderna, se encargan de imponer los miedos, neurosis, deseos insatisfechos, modas de idiotización, publicidades de enajenación, anorexia, depresión, veneno para la mente en forma de cirugía plástica y demente vanidad, el culto al egoísmo como la más aberrante forma de domesticar al animal enjaulado en sí mismo, el culto al cuerpo, la banalización del sexo por la pornografía mercantil, institucional y de publicidad sexual (subliminal o directa), lo superficial, lo egoico, lo vanidoso y artificial elevado a valor supremo, la vomitiva pseudo-cultura del consumismo degradante, el estiércol social intelectual hablando de “capital cultural”, el materialismo desenfrenado hacia el paroxismo de la estupidez, “se ven las caras pero nunca el corazón”. Los cuerpos como objetos desechables en el mercado de carne son manoseados por las nefastas ideologías del consumismo imperial, degradando de tal manera a la persona hacia el servilismo de una corrupta y cancerosa sociedad, donde reina la deslealtad, la infidelidad, la traición, la promiscuidad compulsiva, la corrupción, la mentira, la competencia más atroz, etc. En un mundo donde la sensibilidad por el dolor ajeno ha quedado reducido a nada, toda la podredumbre que se esconde en las oscuras sombras humanas salen a flote, las más bajas pasiones se conglomeran en un circo demente de abominaciones, la decadencia triturando las mentes hacia el descenso final, tortura institucional, horror…
Es evidente que los medios masivos de enajenación sirven a los propósitos de domesticación y esclavización, tanto con la imposición de la ideología nacionalista y globalista como con la infección de la peste mental consumista. La publicidad política de masificación explota la pseudo-emocionalidad nacionalista en su fabricación del artificial hombre-masa, en esta pútrida pseudo-cultura del consumo global. En todo comercial de TV o prensa escrita, el nacionalismo se hace presente como dispositivo de masificación y de marketing político en una sofisticada manipulación de la psicología de masas. Al mismo tiempo, la propaganda nacionalista divide a los pueblos para que el Imperio transnacional pueda conquistarlos, en guerras provocadas con alevosía, por una absurda ideología patriarcal de territorialidad e imposición de fronteras aceptadas solo por una convención social. El mapa político no existe, es la mente que ha creado por convención las fronteras del Estado-nación como un departamento bajo el modelo de “globalización” imperial (ONU). Pero para quien no consiente ser gobernado por ningún gobierno corrupto (sea global o nacional), todo el planeta es el hogar, no hay otra patria que la madre tierra, pues no hay Estado-nación más que en la mente, porque solo es una convención social, un acuerdo, un punto de vista. Admitir y aceptar la autoridad del Estado-nación es someterse a una esclavitud silenciosa. Para el espíritu libre todo el universo es el país, no hay límites, no hay autoridades, no hay seres superiores. Así mismo, para quien no consienta ser gobernado no existen las jerarquías ni autoridades, para el espíritu libre no hay otra obediencia que hacia la propia voluntad e instinto libre único e irrepetible de cada uno, la inmensa prisión llamada civilización trata de castrar la voluntad para imponer el instinto de rebaño bajo el modelo social piramidal, es así que la desobediencia en este mundo embarrado de corrupción y muerte es la más grande virtud: el inconformismo, la crítica, la rebeldía, la subversión, la insurrección, la protesta….es una cuestión de vida o muerte.
Y los que no ven lo que está pasando, (no porque no tengan ojos, sino porque no quieren ver), son también agentes de esta podredumbre; pues la complacencia, la conformidad, la cobarde aceptación de lo establecido no son otra cosa que traición pasiva. ¡Maldita sea la hipocresía social! ¡¿Cómo pueden continuar con esta infamia?! ¡¿Acaso ya no hay nadie honesto en este mundo insano?! La máquina infernal de lavado cerebral hace todo lo posible para tapar la realidad: mentiras tras mentiras, farsas y pantomimas, para que la bestia humana masificada siga obediente en este macabro show de la estupidez colectiva, como consumidor pasivo, borrego manipulado, espectador inconciente, insertado sin protesta al nefasto “establishment” de la cárcel global. Y los tiranos genocidas siguen absorbiendo las energías humanas hacia el suicidio colectivo, cada cual viviendo su hecatombe saltando al precipicio del absurdo. Continúa la campaña de despoblamiento humano y la tercera guerra mundial sigue su curso en las narices de todos sin que nadie diga nada. Cada uno enfermo en su vil egoísmo aniquilando la vida va envenenándose a sí mismos de miseria y porquería, porque la humanidad decadente está haciendo sociedad y “patria” revolcándose en una fosa de excremento, entre la hipocresía e idiotez.