En la noche de las decadencias, en la caída más estrepitosa de los ciclos, en la era del descalabro en pleno apogeo, en el derrumbe y desplome moral de una sociedad hacia un verdadero desastre, el demencial final provoca una fuerza infrahumana y decadente que se esparce como pestilencia en estos tiempos de extremo absurdo.
Mientras más baja y vil se transforme la humanidad, será señal de una masa crítica y de estallido social. El nivel de traición, vileza, bajeza, hipocresía, mentira y corrupción de la sociedad humana está llegando al paroxismo, toda esta civilización podrida y sus animales de rebaño cargando su propia perdición, son señal de la noche de la medianoche de las eras, una época oscura de infamia que ha poseído las perdidas almas humanas –la zombificación del rebaño se ejerce a través del comercio de ideologías, filosofías y religiones impuestas, para el humano robot-zombi que mueve la inmunda máquina de la perdición que domina este mundo en decadencia-
Por eso es imprescindible, en esta época de traición, donde mandan los viles, estar orgullosos de ser honestos e impecables desde el pensamiento, desde el sentimiento y la acción. Decir siempre lo que sabemos que es verdad, actuar siempre nítido con uno mismo, sin engendrar pesadez en la consciencia, sin engendrar absurdas culpas, estar orgullosos de lo que somos, estar orgullosos de nuestro amor por lo que consideramos verdad. Aquellos defienden y luchan hasta la muerte por la verdad, la honestidad, la transparencia y la justicia. Esta es la certeza de los brujos, la impecabilidad que trasciende el lenguaje, que llaman eterno e infinito y que es el camino del verdadero guerrero.
Solo siendo impecables en nuestros actos, transparentes en nuestro ser, moralmente nítidos (el que nada hace nada teme, como dice el dicho popular) solo siendo incorruptibles como cristales, siendo tal como nos nace, reales, sólo siendo espontáneos como niños, sin trabas psicológicas ni obstáculos mentales, sin la necesidad débil psicológica de seguir al rebaño de las creencias impuestas, siendo creativos, siendo artísticos, siendo innovadores, solo así estamos militando en la lucha contra la inmundicia que domina el mundo.
El que dice la verdad lo llaman "loco", es una amenaza para la hipócrita desvergüenza que corroe los espíritus inmundos, mentirosos y corruptos del sistema. Sin embargo, a quien le llamen "loco" debe ser por algo, porque los "locos" están más cerca de mostrar las cosas tal como son, no muestran máscaras, se muestran a sí mismos como son. Mientras que los amos de la razón y de la lógica, los presuntuosos dogmatizados, trastornados por el orden, ellos sí son enfermos mentales, los hipócritas que se creen tener la verdad con sus mentirosos dogmas, y que se creen cuerdos, poseedores de una verdad y de una sabiduría, neosacerdotes de la inmundicia… estos enfermos, haciendo perfiles psicológicos de gente que ni conoce, defendiendo a otros más enfermos mentales con sus dogmas nefastos, herramientas ideológicas de la perdición, supuestamente deciden y definen qué es la enfermedad, los que son verdaderos enfermos mentales. Estos engendros producto del sistema de la ruina, representantes de la estupidez y de la ignorancia, infectando a un mundo hacia el total derrumbe moral y espiritual… todavía tienen fe en sus dogmas, en sus sistemas de creencias, y dan explicaciones egocéntricas-ideológicas por pura debilidad y miedo a lo desconocido, ellos prostituyen a la verdad y la venden al mejor postor con sus falsas cosmovisiones…. ¡Malditos traidores! se creen cuerdos, se creen baluartes de un conocimiento, pero por cada mentira de inmundicia espiritual tendrán su rebote de ignorancia hacia ustedes mismos, cada palabra que se escriba en nombre de la ignorancia será su propia perdición. Lo que pierden es su impecabilidad.
Lo único que realmente diferencia un humano a otro es su nitidez moral, ya que todos nacen y mueren de la misma forma, son lo mismo. No hay tal desigualdad de razas superiores o inferiores, no hay culturas mejores o peores, no hay la tremenda estupidez de las purezas de sangre si todos compartimos el mismo ADN… lo único que diferencia un humano a otro es cómo ha vivido, cómo ha actuado, como ha hecho su vida. Así, existe una verdadera aristocracia de la impecabilidad moral, los impecables y nítidos con sus actos, son los que estarían en la cúspide y en la cumbre, mientras que los que están en lo más bajo, en el submundo de la vileza e inmundicia, chusma, gentuza, serían los traidores, los hipócritas, los falsos, los inmundos morales, la podredumbre humana, esos “chandala”…
Los impecables son superiores a esos débiles morales de la inmundicia espiritual, por el simple hecho de no tener que cargar con las consecuencias de sus actos, son más libres, más alegres, pues quien en toda su vida nunca se ha arrepentido de lo que ha hecho es impecable y libre, sus actos han sido nítidos, ejecutados con la precisión más absoluta, con la exactitud del águila que acecha, con la liviandad del leopardo que corre por las selvas, como el mono saltando los árboles… así actúa el impecable, sin producir consecuencias de ruina, actuando como le nace en su ser natural, fiel consigo mismo, fiel con su espíritu impecable.
Mientras que el inmundo moral, al ser representante de la traición, de la falsedad y de la hipocresía, solo produce consecuencias nefastas y mala vibra, no solamente desde sus actos, sino también desde sus pensamientos y bajos sentimientos como la envidia, el odio, el resentimiento y la amargura, su misma presencia es pesada porque su espíritu es pestilente, es infecto, sus palabras son como veneno que entran en la mente para matar al espíritu libre, sus actos morales son inmundos, producto de la enfermedad mental y de su egoísmo, del estúpido orgullo megalómano y ególatra, la ruina de su energía psíquica, su arrogancia, su prepotencia, su pretensión, su ignorancia… son agentes de su propia perdición, y contribuyen en la devastación moral del mundo, agentes de la esclavitud mental, del retroceso, de la bajeza, de los que están en lo más bajo de la jerarquía de la impecabilidad....
La vida es un viaje, y como tal hay que saber sacarle provecho al máximo, de manera impecable, pues así como viajar es una escuela de enseñanza, de la misma forma la vida tiene una enseñanza, y hay que aprender a existir, y realizarse a sí mismo. Los que han sabido entender y reverenciar el misterio de la vida, y se han dado cuenta que actuar nítido da espacio en la consciencia para las cuestiones más fundamentales de la existencia como quienes somos, de donde venimos o hacia donde vamos, ellos son impecables.
De acuerdo a como actuemos creamos cargas en la consciencia. ¡Bienaventurados los livianos de consciencia porque ellos están más cerca de entender el misterio de la vida! Mientras que los que han cargado a la consciencia como bestia de carga con sus actos inmundos, jamás estarán abiertos a los misterios más fundamentales de la existencia, serán como esclavos de su propio proceder y no sabrán entender por qué existen -jamás serán impecables-
Con su debilidad de espíritu, con su nefasta consciencia de la pesadez y aridez, siempre buscarán refugio en sectas, cosmovisiones, religiones y dogmas para justificar sus actos inmundos y así llenar el vacío de su esclavitud.
Al contrario, el impecable, al estar más abierto a los misterios fundamentales de la existencia, por su liviandad y nitidez, no necesita de ninguna ideología, de ninguna religión o dogma, sólo los débiles necesitan aliviar ese miedo y debilidad de no conocerse a sí mismo y realizar actos inmundos.
Quien no es libre por la pesadez de sus propios actos no ha sido preparado para recibir el misterio de la existencia, necesita que le den explicando su razón de ser, porque no tiene suficiente poder personal, y en su perdición moral es fagocitado por el sistema de la podredumbre moral que con vampirismo psíquico mantiene la consciencia colectiva en los más bajo y vil que puede llegar la media noche de la podredumbre humana.
Pero como la persona impecable pertenece al Mediodía, nada de lo que haga la gentuza de la moral podrá afectar a quien es libre.