Thursday, December 20, 2012

LA EXPERIENCIA DE LA ETERNIDAD

Hay que vivir en carne propia la sincronicidad para comprender e interiorizar la sabiduría que se esconde detrás de la experiencia de las coincidencias simbólicas o significativas, cuando la dualidad de materia y espíritu se difumina, y se corrobora la existencia de la infinita membrana que compone los universos. Es más que un instante de magia donde el universo todo parece que se quiere comunicar directamente, es como si todas las cosas tuvieran su pensamiento y están ahí para que podamos interpretar sus mensajes. Cada experiencia de sincronía es una señal, un mensaje, un aviso, una plasmación de lo divino en la carne propia, un continuo de inteligencia que se extiende en lo total desconocido, aquello que nunca se podrá conocer y que nunca ha sido conocido, aquella parte que nos hace temer por nuestra ínfima racionalidad, el primitivo miedo a lo desconocido. La razón pretende explicar lo inexplicable, pero uno tiene que vivir la sabiduría de estar consciente del infinito de lo que no se puede saber sin la tiranía de la razón dictadora, e interiorizar el verdadero conocimiento, más allá de la emoción y del sentimiento, más allá de la pura intuición, el saber de los símbolos que no conocemos en su totalidad. Nuestra existencia es simbólica, somos seres simbólicos con diez dedos en los pies, y diez dedos en las manos, si estiramos nuestros brazos a los costados somos una estrella de cinco puntas, si vemos en nuestro interior como funciona la sincronicidad de cada uno de nuestros órganos, cada célula, cada tejido, cada nervio, cada emoción sanguínea está formando un continuo en el espectro de tiempo-espacio que se extiende más allá de los confines del útero infinito. Nos damos cuenta que somos muy parecidos a este infinito de la totalidad sincronizada por filamentos de energía en el útero oscuro de la eternidad, intuimos que estamos conectados con todas las cosas, con cada acto, cada pensamiento que influye en el todo. Como nuestra mente es la mente de todas las cosas, nuestro ser es una posibilidad, una extensión. Lo que llamamos universo es un número infinito de dimensiones y universos, lo que llamamos realidad es nuestro miedo a lo desconocido, pero cuando nos sincronizamos con el tejido psíquico que une a todas las dimensiones, y visualizamos en nuestro interior que somos energía pura, es como contemplar un crepúsculo en el mar, entender a la inteligencia que mueve las olas y que se sincroniza con la luz del sol y que produce una belleza que hace salir lágrimas de felicidad. Por eso es imperativa la vivencia de la existencia del infinito número de mundos para poder interiorizar la inteligencia infinita que se une la totalidad por los hilos de energía, algo que la pequeña idea llamada “Dios” jamás podrá abarcar. Pues Dios...Dios no es la experiencia del infinito, es exiguo para expresar el éxtasis, Dios es la limitación, la obediencia ciega y la moral impuesta, Dios es servilismo. La experiencia de la divinidad no es solo celestial, también es carnal, terrenal, es como un rayo que cae y provoca un trueno estruendoso, la divinidad está presente en la naturaleza de las galaxias y de las selvas de las que formamos parte. Y gracias a nuestro don de estar conscientes del infinito, somos partícipes del banquete que es disfrutar de los placeres del saber, en el éxtasis de la plenitud, de la realización, de la extensión hacia la posibilidad infinita. Una orgullosa humildad y una risa de éxtasis son características de aquel que ha vivido ese placer de entender a la eternidad, no tanto como un círculo cíclico que se repite eternamente, sino como el útero de un animal voraz que lo abarca todo y del cual somos sus células. Somos hijos de ese animal que es la totalidad que engendra, muere y renace, eternamente en el espacio oscuro del útero que forma el número infinito de mundos y dimensiones. Este útero de animal engendra eternamente mundos y universos que luego los traga y los vuelve a engendrar, así el universo siempre ha estado aquí. La eternidad no es solo un concepto que la ínfima razón no puede entender, es cuestión de observar los ciclos que se repiten en la naturaleza, y comprender que lo eterno está en el instante…. solo así la consciencia del infinito se mantiene intacta. En nuestro viaje por la vida nos encontramos con un sinnúmero de mitos, leyendas, ideologías, religiones, sistemas de creencias, dogmas que nos alejan y enajenan de la eternidad. Como ejemplo el abominable tiempo lineal del judaísmo que ha provocado una enfermedad espiritual de la que difícilmente podrá la humanidad curarse. No estoy diciendo que sea incurable, porque la peste del tiempo lineal y el servilismo espiritual tiene como designio ser derrotados por efecto de los ciclos. Los paradigmas no son eternos, como decía Heráclito, “lo único eterno es el cambio”, la enfermedad mental del dogma será vencida por la visión de la eternidad y de la infinita posibilidad, lo que el espíritu despierto ha interiorizado con la experiencia propia. Pronto los dualismos serán extirpados como tumores cancerígenos de la mente colectiva, y así otra perspectiva de la realidad será posible, sin esa carga negativa que representan los sistemas de creencias impuestos para mantenernos dormidos y esclavizados. Estar consciente de los confines de lo que existe es entrar en un estado de meditación con el cual el espíritu se nutre, como la risa, el llanto y el orgasmo son estados de infinito, cuando se calla el interior bullicioso y está atento a todas las sincronicidades que la divinidad le comunica para que llegue al camino de la plenitud y la realización. No existe una finalidad única, la existencia es el instante, la membrana del infinito ha estado ahí siempre en cada momento que ocurre, creándose y destruyéndose infinitamente en las eras de las eras. Nosotros somos canales para expresar la consciencia de ese infinito, tenemos el don de abarcar nuestro espíritu más allá de las estrellas, somos como campos electromagnéticos en un océano infinito-cósmico que se extiende hacia lo desconocido. Así actualizamos en nuestro interior la omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia al sincronizarnos con las cuerdas que unen la totalidad… y volvemos a ese estado original de inocencia, humildad, creatividad y pureza que caracteriza a los niños y a los animales, criaturas que representan a la divinidad.