Al karma lo podemos definir como las consecuencias directas de los actos, el karma histórico como las consecuencias históricas de las decisiones colectivas. Así como las decisiones de los individuos tienen su repercusión en su vida, las decisiones que toman los pueblos se ven reflejadas directamente en la vida social. Ningún pensamiento, acto y elección pasa desapercibido.
América Latina ha
sido históricamente colonia de las grandes potencias, los europeos masacraron y
conquistaron a la fuerza a poblaciones enteras para imponer su modelo de vida y
civilización. Sin embargo, culturalmente, los pueblos aborígenes han mantenido
sus formas de vida y han resistido contra el colonialismo cultural, los pueblos
indígenas de América Latina han sido objeto de genocidio justamente para borrar
las formas de vida que se oponen a la imposición de un homogéneo modelo social.
De allí la exclusión, marginación, segregación de formas de vida de los pueblos
indígenas que no cuadran con el modelo imperante.
Históricamente en
el Ecuador, los pueblos indígenas fueron sometidos y esclavizados en formas
institucionales de trabajo forzoso que a punta de látigo los europeos mantuvieron
sobre los pueblos aborígenes. El concertaje, la encomienda, el porteo, la mita,
el obraje, fueron instituciones coloniales de trabajo forzoso que explotaban la
energía del trabajo del pueblo indígena hasta la extenuación. Como vampiros
succionadores de sangre, los colonizadores explotaron hasta la última gota de
trabajo de la mano de los pueblos originarios para montar lo que llamamos “civilización
occidental”.
Mujeres, niños, jóvenes,
ancianos fueron masacrados y sometidos durante siglos por las fuerzas
irracionales de la colonización, quienes montaron estructuras
económico-políticas racistas, clasistas, degradantes, por las que los herederos
del pueblo indígena se convierten en simple servidumbre de los herederos de colonizadores.
Cinco siglos igual. El orden económico postcolonial se forma así con farsantes
independencias y ficticias democracias republicanas, en la que las mismas
oligarquías toman el poder y mantienen la servidumbre camuflada en supuestas
manumisiones de los esclavos y farsantes instituciones filantrópicas republicanas
que imaginariamente defienden a los pueblos originarios, en realidad pretenden
mantener la histórica explotación.
El profundamente
racista orden social ha determinado que las clases pudientes elitistas, así
como la clase media-alta, sean mayoritariamente descendientes de los europeos, mientras
que mestizos, indígenas, afrodescendientes formen parte de las clases populares
que constituyen la servidumbre de las clases acaudaladas. La injusticia inherente
en el orden social genera una inevitable resistencia, y mientras más desvergonzada
es, más frágil y vulnerable es todo el tejido social. El clasismo racial, tan
incrustado en el Ecuador, es hoy una olla de presión a punto de estallar. La
injusta explotación y la servidumbre está llegando a la masa crítica, que se ve
reflejada en el profundo descontento de la gente. Los levantamientos populares no
son solamente un reclamo por el precio de la gasolina, hay un malestar
generalizado frente a las injusticias sociales que generan inevitablemente resistencia.
Si a la mayoría de la ruralidad no tiene una vida digna, no esperen en la urbanidad
paz social.
Si los campesinos
indígenas, montubios y mestizos son los que ponen la comida en la mesa de todo un
país, es justo que sean bien remunerados, y que el precio de sus productos
cueste el duro trabajo que realiza en la tierra. No es justo que los intermediarios
ganen más que los productores, y no es justo que los campesinos sean la
servidumbre de los oligarcas terratenientes que en el siglo pasado succionaban la
servidumbre campesina como vampiros usureros.
La dignidad de
los pueblos no se negocia, la gente está tomando consciencia de su propio valor
como personas con un destino histórico, las injusticias sociales son leña al
fuego así como los oídos sordos y la represión gubernamental. No se debe esperar
paz social si tenemos un salario mínimo de 425 dólares y una canasta básica de
700, no se puede vivir así, un gran terremoto social es inexorable si el costo
de la vida se dispara al aire y el salario mínimo se congela. ¿Cómo esperan paz
social si la servidumbre impuesta a los pueblos originarios se ha mantenido así
durante cientos de años? Es ilusorio
creer que con dádivas gubernamentales se podrá detener el levantamiento de los
pueblos contra el orden social injusto.
El karma histórico
social es inevitable, la insurrección de los pueblos está aquí, es una
realidad, y es por la injusticia acumulada durante siglos, esto no ha pasado de
la noche a la mañana. Este orden ha sido levantado sobre los cadáveres de la explotación
y de la injusticia, y ha sido mantenido con la servidumbre obligatoria. Si el
tejido social está descompuesto por la barbarie del racismo clasista, el levantamiento
popular se convierte en deber moral, que exige con justa razón mejores
condiciones de vida y sobre todo un mayor respeto por la dignidad humana.