Thursday, November 25, 2010

LA OSCURA NOCHE DEL ESPÍRITU


Estar con afasia, sin habla, mordiendo el vacío con los dientes, con frío en el ser, sintiendo el esqueleto abyectado, despersonalizado, obnubilado, asociable y con tendencias suicidas, deprimido, debilitado, en los escombros de la nulidad…
Algo así es la experiencia de la “noche oscura del alma”, que se presenta como opuesto a la experiencia mística del infinito o iluminación, del éxtasis… sin la noche no hay el día, y la noche de la vida es necesaria para el mediodía. Cada cual debe conocerse, su luz y su sombra, de tal manera que integre su “individuación” y realice su plenitud.

Cuando llega esa sincronicidad con todo lo que existe, y se presenta la plenitud absoluta y el éxtasis, se siente “jalando las barbas de Dios estampándolo en la tierra como decía Baudelaire, uno siente la divinidad, la misión, el éxtasis, vive la eternidad, se funde en el infinito por encima de todo monismo o dualismo, es la ùnica verdadera iniciación con la sabiduría.

Todo influye sobre todo, y el paso cruel de haber ascendido a la cumbre es precipitarse en el abismo. Cuando el éxtasis se transforma en dolor, por ley de polaridad, la luz más intensa se vuelve la oscuridad más espesa, y poseído por la propia sombra uno se hunde en el barro negro de la acumulación de nuestra propia oscuridad interior. Nuestros monstruos internos son nosotros mismos, y en el sendero por la oscuridad de la noche lo único que protege y ampara es el auto-conocimiento, es decir conocerse a sí mismo.

Para salir de la noche del espíritu uno debe entender que no hay “yo”, que la autoconmiseración es un suicidio. Es escarbar en la propia mugre, preferible es arrojarse a la ventana de seis pisos que compadecerse a sí mismo. La noche es nuestra propia creación, si ascendimos a la cumbre fue para dar la cara al abismo, no sirve de nada reprocharse y anularse en el vacío de la nada, y sentirse inútil, despreciable, abyecto… eso es la muerte, la venta del alma a la oscuridad. Es mejor vencerse a sí mismo, demoler los muros que no permiten nuestro alto vuelo, derrocar al dictador interno que encarcela nuestro fluir, es mejor pelear contra todo aquello que impide nuestro éxtasis…

la plenitud del infinito es como una caverna donde el infinito lo cubre todo. No existe la nada porque es nada, no existe el vacío porque no lo encontramos en ninguna parte, la palabra y el concepto no son suficiente para explicar que no existe la nada, que no es, mientras que la plenitud del infinito es metaforizable y la palabra se hace carne para explicarse la cumbre.

Pero cuando llega la noche, empieza otra escena de la gran obra, una escena más dura, se debe bajar al lodo pero sin ensuciarse. Cuando uno se inmoviliza, mordiéndose los dientes, titiritando, en pleno derrumbe personal, desencajado de centro, anulado, a un paso de la clínica psiquiátrca, golpeando nuestro cráneo en la pared de la sociedad que nos exije un maldito yo. Y por último, despreciando la abyección fecal de vivir de la noche del alma en una civilización humana desalmada y sin corazón. Sensible a las intenciones más bajas del animal humano que masivamente se está arrojando al precipicio.

Pocos se vencen a sí mismos, porque pocos tienen la fortaleza del espíritu para vencerse a sí mismos, pocos tienen la fuerza interior para acabar con los monstruos internos que quieren plasmarse en la realidad en forma de pacto satánico con la muerte, con el suicidio, con el derrumbe espiritual.

Arrojarse a lo bajo y abyecto es una prueba en la misión de la vida. Si sales con vida, ERES INVENCIBLE, porque vencer los monstruos internos en vez de entregarse a ellos es un acto heroico, y así no hay nada....nada que pueda vencernos, ni siquiera la acumulación de toda la mala vibra que produce el ego, la envidia, el odio, el miedo, la ira, el orgullo, la estupidez, la ignorancia humana, etc… como un diamante indestructible nuestro espíritu se mantiene leal y guerrero a la cumbre de la plenitud, siguiendo las señales de la vida, sincronizado con todo, en la misión.

En la mano izquierda tienen a la luna, en la mano derecha tienen al sol, cuando se den cuenta que la noche no es negra sino azulada y estrellada, entonces no hay sombra más oscura de sí mismo que pueda vencernos, porque estamos en una misión divina, hemos sido elegidos (no por ningún “dios”, sino por la divinidad intrínsica que se encuentra en nuestro interior). Estamos de lado de la posibilidad infinita y tenemos la fuerza vital de nuestro lado.

Si la noche viene como un torrente de toros furioso aplastando tu identidad, date cuenta que esa manada, esa legión de demonios internos, eres tú mismo y que debes estar preparado para entrar en el estado intermedio, e identificar a cada uno de los monstruos internos para vencerlos (en este caso tu propia muerte es tu consejera).

Primero, riéndote de tí mismo. Siempre es bueno no tomarse a sí mismo tan en serio, y dar combustible al humor de la vida para que las energías no se polaricen y se mantengan en equilibrio. Segundo, no te olvides que eres esa posibilidad de la plenitud infinita y la cumbre del éxtasis, y que la noche no dura más que un tiempo simbólico. Después añorarás que vuelva el éxtasis, pero te darás cuenta que cuando se han equilibrado las energías sin la polarización, todo está en perfecta armonía, en la obra gris del equilibrio.

Nada está determinado, nada es absoluto más que la fuerza interior. El agujero de la nada está ahí para los que no pueden ver el infinito, la nada se actualiza en esas mentes débiles del nihilismo feo, el precipicio está ahí para se caigan los que no tienen alas y para que vuelen las águilas-serpientes.

La noche no existe sin el día, y somos aquello que nunca ha sido. Nada puede desbaratar la infinitud de lo que somos. Nuestro espacio interior es tan infinito como el espacio exterior, la emoción sagrada de entender la razón del éxtasis y de la cumbre, la cantidad de cosas que aun son posibles…esa es una buena medicina para vencer la abyecciòn, y el frío esquelético de la noche del espíritu.